La leyenda del pacto del viento
En las playas eternas de Tarifa, donde el sol se funde con el horizonte en una danza eterna, surgió una leyenda que susurraba el romance entre un intrépido windsurfista y el viento mismo.
Cuentan las brisas marinas que hubo un joven llamado Aelius, apasionado por las olas y los vientos desafiantes. Su amor por el mar y la sensación de libertad que le brindaba el viento lo llevaron a los confines de la destreza en el windsurf. Sin embargo, en los días en que el viento rugía con furia, desafiando incluso a los más valientes, Aelius anhelaba una conexión más profunda con las ráfagas incontrolables.Un día, en la penumbra de la última hora dorada de la tarde, Aelius buscó al antiguo dios del viento, Eolo, en lo más alto de las colinas que custodiaban la costa. Allí, entre susurros y caricias del viento, Aelius le ofreció su alma a Eolo, sellando un pacto por el cual podría desafiar las tormentas más feroces y danzar con el viento incluso en condiciones inaccesibles para los mortales.
Eolo, intrigado por la audacia y la pasión de Aelius, aceptó el pacto, pero a medida que el tiempo avanzaba, su admiración se transformó en un amor profundo y melancólico. El joven windsurfista, ajeno al precio que pagarían sus días de éxtasis en el mar, continuó surcando las olas desenfrenadas, desafiando los límites de lo humano.
Las tardes de viento furioso, cuando las olas rugían y el viento suspiraba, se podía ver a Aelius, con su vela obsidiana, surcando los mares en una danza imposible. Pero, con el tiempo, el amor de Eolo se volvió una cadena, y en la última hora del día, cuando la luz dorada se desvanecía, Eolo se llevó a Aelius consigo al reino de las ráfagas eternas.En las playas de Tarifa, dicen que en la última hora del día, cuando las condiciones son extremas e inaccesibles, se puede avistar una vela negra navegando rápidamente, nunca alcanzando la playa. Aquellos windsurfistas audaces que se atreven a desafiar las olas junto a la vela oscura desaparecen, llevados por el viento en un abrazo eterno con Aelius y Eolo, perpetuando la leyenda susurrada entre las olas y las brisas de Tarifa.
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